Luna

Luna tiene unos 6 años y una historia que comenzó con un encuentro inesperado. Fue encontrada en Sanlúcar, rebuscando entre la basura, probablemente buscando algo que llenara su pequeño estómago vacío. Tras comprobar que no tenía chip, su futura mamá decidió llevarla a casa con la intención de buscarle un hogar. Pero Luna, con su forma de ser tan especial, conquistó rápidamente los corazones de toda la familia y encontró su lugar definitivo. Desde entonces, Luna ha demostrado ser una compañera inigualable. Es la aprendiz y cómplice de Lucas, con quien comparte una afición muy particular: cazar ratoncitos. Juntos son un dúo inseparable, y su conexión es un reflejo de la confianza y lealtad que se construye con amor. Sin embargo, lo que más define a Luna es su capacidad de transmitir cariño. Es la perra más cariñosa que su familia ha conocido: siempre buscando un toque de atención, un rato de manoseo o que le digan esas “cositas” que la hacen sentir especial. Su necesidad de afecto es su forma de expresar un corazón lleno de amor y gratitud hacia quienes le dieron una nueva vida. Cuando se trata de conocer perros nuevos, Luna es más reservada. Le da un poquito de miedo al principio, pero una vez que se siente segura, su lado sociable y dulce comienza a brillar. Esto la convierte en un ejemplo perfecto de que, con paciencia y respeto, incluso los miedos más grandes pueden superarse. La historia de Luna nos recuerda que los comienzos difíciles pueden transformarse en vidas llenas de amor y ternura cuando un animal encuentra su verdadero hogar. En cada mirada y en cada gesto, Luna refleja su confianza plena en las personas que la quieren y la valoran tal y como es. Aunque Luna no forme parte de nuestra familia, su espíritu dejó huella mientras posaba como modelo. Captura corazones con su ternura y sus gestos llenos de afecto, mostrándonos que cada perro merece no solo un hogar, sino también un lugar especial en el corazón de quienes lo rodean. Luna nos inspira a celebrar a esos compañeros de cuatro patas que, con sus propias historias, convierten nuestras vidas en algo mejor.
Nubia

Nubia tiene 9 años y una historia que comenzó con un giro inesperado. Con tan solo 2 meses, fue abandonada en un pueblo de Sevilla. Su destino dio un giro cuando una foto de ella llegó a Facebook y, con ello, al corazón de su futura humana. En ese momento, ambas encontraron algo que no sabían que necesitaban: una conexión irremplazable. Desde entonces, Nubia se ha convertido en una compañera inseparable, la definición misma de una relación “dependiente y tóxica” (como bromea su mamá). Es imposible no enamorarse de su energía viva y alegre, siempre llena de vitalidad. Nubia es mucho más que una perra vivaracha; tiene una gran sensibilidad emocional que la hace inseparable de Bebé, a quien considera la figura que la crió. Su conexión es profunda y especial, reflejando un lazo familiar que trasciende las especies. Son una pareja perfecta, donde Nubia encuentra consuelo, seguridad y, por supuesto, todo el amor que podría pedir. Además de sus vínculos emocionales, Nubia disfruta de los pequeños placeres de la vida. Le encanta dormir calentita, explorar nuevas rutas de senderismo y repartir besitos allá donde va. Su energía contagiosa y su ternura infinita iluminan el día de quienes tienen la suerte de conocerla. La historia de Nubia es un recordatorio de la importancia de la conexión y el amor incondicional que los perros traen a nuestras vidas. Cada uno de sus movimientos, desde sus caminatas llenas de entusiasmo hasta sus momentos más tranquilos junto a Bebé, habla de una vida llena de gratitud y alegría compartida. Aunque Nubia no forme parte directa de nuestra familia, verla mientras posaba para nuestras cámaras fue un regalo en sí mismo. Capturó corazones con su energía, dulzura y esa chispa única que solo ella puede traer. Cada perro tiene una historia, pero Nubia nos muestra que el amor transforma hasta los comienzos más duros y crea vidas llenas de momentos felices, que vale la pena celebrar.
Rhaenyra

Rhaenyra es una guerrera de espíritu fuerte con una historia que conmueve e inspira. Fue abandonada junto con su hermano en Melilla cuando tenía apenas 2 meses de edad. Su inicio en la vida no fue sencillo: pasó varios meses en una jaula esperando ser adoptada. Pero todo cambió el día que una de sus mamás la vio por primera vez. Fue amor a primera vista, y su vida dio un giro cuando se embarcó en un Ferri hacia Málaga, donde la esperaban con los brazos abiertos y un hogar lleno de amor. Ahora, con su familia, Rhaenyra está aprendiendo a enfrentarse a sus desafíos emocionales. Tiene dificultades para comunicarse con otros perros, y ese es un proceso en el que sus mamás trabajan cada día con mucha paciencia y cariño. Pero lo que la define no son sus miedos, sino su inmensa capacidad para crecer. Es una perra superinteligente, cariñosa y llena de energía. Rhaenyra está experimentando su primer celo, y con ello, nuevas emociones que hacen que su intensidad sea aún más evidente. Su reactividad al ver a perros desconocidos es un reto, pero su familia avanza paso a paso, siempre guiada por el respeto y la confianza que Rhaenyra necesita. Ella es un ejemplo claro de que cada pequeño progreso es una victoria, y no hay obstáculo que el amor no pueda superar. En casa, Rhaenyra encuentra paz y alegría junto a sus compañeras de manada, especialmente con Menta, con quien es uña y carne. Verlas juntas es presenciar un vínculo de complicidad y ternura que solo los animales pueden ofrecer. Y aunque a veces la vida puede ser complicada, la chispa juguetona de Rhaenyra nunca deja de brillar. Su historia es una prueba de que, con tiempo, paciencia y amor, todos merecemos la oportunidad de crecer y encontrar nuestro lugar en el mundo. Rhaenyra nos recuerda que la verdadera fuerza está en seguir adelante, incluso cuando el camino parece difícil.